miércoles, 22 de agosto de 2007

Meditaciones sobre la “Recta Provincia”

Se podrían aplicar a Raoul Ruiz las mismas palabras con que Alberto Rojas Jiménez definió en su momento a Vincent Huidobro, catalogándolo como “Poeta francés nacido en Chile”. Claro que esta afirmación no es lo bastante exacta en el caso del laureado director. Raoul Ruiz, “Cineasta francés nacido en Chile” por estos días vuelve a ser Raúl Ruiz, el director con la cara mas chilena que se pueda encontrar, una cara tan chilena como las que podemos observar en la piojera, en la vega central o en cualquier rincón de la estrecha geografía, cara de curao.
Podría parecer una inmensa falta de respeto a un verdadero autor del cine contemporáneo, con un currículo impresionante y una filmografía que excede con creces el ciento de películas, una figura de autentico nivel internacional, con una personalidad tan inquieta y visión tan particular que no duda en filmar la obra del comedor de quaker chileno Enrique Lafourcade, convirtiendo a “Palomita Blanca” en uno de los registros mas nostálgicos y despolitizados que uno pueda encontrar sobre el periodo UP, eso es tener ojo. Tampoco duda al momento de reinterpretar y llevar a la pantalla la obra del anémico escritor francés Marcel Proust, “El tiempo recobrado”.
Quizás ahí esta la clave de su cosmopolitismo intelectual, un autor que se mueve por caminos tan disímiles revela una seguridad y una tremenda capacidad de observación y entendimiento poco comunes, una especie de camaleón intelectual que es capaz de adaptar a su afiebrada mente los mas intrincados hilos del mundo que adopta.

Raúl Ruiz regresa luego de treinta años a filmar el campo chileno, uno podría esperar (como se ha comprobado con cualquier habitante del reino que viaja un par de semanas a España) un mimetismo exagerado con las costumbres del viejo continente.
El mismo Ruiz declara que a los filósofos chilenos no se les encuentra en academias, sino en los bares. Esta aguda observación revela que los años fuera no han hecho otra cosa que agudizar su visión sobre el carácter nacional, revitalizándola con la distancia.

El titulo de la serie de cuentos sobre el campo chileno es su primer acierto, de los muchos que pude observar durante la emisión del capitulo primero, “La Recta Provincia” recoge el nombre de la oscura secta de brujos chilotes que fueron enjuiciados, en el celebre y mítico proceso realizado en Ancud el año de nuestro señor de 1880. Un magnifico comienzo para la tarea de empapar de esa atmósfera desquiciada los antiguos relatos del campo chileno.
El elenco es otro de los grandes aciertos, Bélgica Castro, cuyo nombre parece nimbado de toda esa trouppe cultural de los 60, Víctor Jara incluido. La poderosa presencia de esta actriz aporta toda la carga de energía que se vivía en el teatro chileno durante esa década. La música esta a cargo de Ángel Parra, otro de los iconos sesenteros que pululan por la serie. Parra aporta lo suyo, como si el inmenso trabajo de investigación y divulgación comenzado por su madre aflorara desde su garganta con el sello de esa voz carrasposa, entonando rimas y versos rescatados desde la noche de los tiempos desde el campo chileno, para salir convertidos en la banda sonora perfecta para la serie.

El gran hacedor que es Raúl Ruiz, regresa tan fresco como si nunca hubiera salido de los limites de este estrecho pasillo, recoge los frutos del gran árbol de la cultura chilena, que estaban ahí, disponibles para todos, y se lanza a filmar la odisea de mostrarnos el lado encantado, mágico, de lo que somos. Y desde los títulos nos recuerda que somos, que alguna vez fuimos un país con una imaginación tan afiebrada como para someter a proceso a un grupo de brujos chilotes mientras el mundo vivía en plena revolución industrial.
La atmósfera atemporal, extraña, inquietante, en que se desarrolla la historia no es casual. Existe un libro maravilloso, fruto de la investigación y el trabajo recopilador del profesor Yolando Pino Saavedra, “Cuentos Folclóricos Chilenos”. Los que han tenido la suerte de ojear sus paginas, podrán comprender con un atisbo de claridad de donde provienen muchos de nuestros enigmáticos mitos, Raúl Ruiz lo sabe, y lo filma con claridad en imponentes espacios, caminos solitarios, grandes planos del peculiar paisaje rural que aumentan la atmósfera misteriosa y extraña.
Rebaños de cabras en los cerros pelados, un casa en medio de la nada, una ramada en mitad del campo, con duelo de payadores incluido que recuerdan el legendario relato del mulato Taguada y don Javier de la Rosa, toscos y huraños campesinos bebiendo en jarros de greda, con trenzas de ajos colgando por los rincones, vestidos con atuendos típicos del campo chileno de mediados del siglo XIX, la viuda, el niño inocente, las almas en pena, los tres hermanos, la flauta de hueso y por supuesto el diablo, el gran personaje de la imagineria nacional, ese diablo engañado por rotos, viajero de noche, jinete solitario vestido de negro, oloroso a azufre, con pequeños cuernos en el pelo lustrosos y enmarañado y de un humor malicioso y jovial. Los ingredientes de la gran cazuela que son los cuentos chilenos, el chile imaginado desde las entrañas por su gente y prácticamente olvidado.
Sin estridencias innecesarias, Ruiz filma fantasmagóricas escenas teatrales, acentuando la atmósfera onírica de este mundo patas pa´rriba.
Resulta útil comentar que los cuatro capítulos que serán emitidos cada lunes coincidirán con las próximas fiestas patrias, en una jugada original, una verdadera apuesta para el lamentable nivel de la televisión por estos días, “La Recta Provincia” parece ser el aporte que faltaba al nuevo revival patriotero que se nos viene junto al bicentenario, y Raúl Ruiz no se quiso quedar fuera de la fiesta.
Dentro de algunos años esta “rara” serie se convertirá en objeto de culto, el regalo final de una generación de creadores tan significativa que la profunda fosa cavada por los militares no pudo ocultar del todo.
Me saco los zapatos.