lunes, 29 de diciembre de 2008

He sido un conocido de la noche







He
sido un conocido de la noche
He salido y he vuelto con la lluvia
he ido mas allá de la última luz de la ciudad

He visto la callejuela más triste de la ciudad
Me he cruzado con el sereno en su ronda
Y he bajado los ojos, sin querer explicar nada

Me detuve y se detuvo el ruido de mis pasos
Cuando un grito interrumpido llegó de lejos
Desde las casas de otra calle

Pero no para llamarme o hacerme regresar
Y vi más lejos aún
que a una altura sobrenatural
Un reloj luminoso proclamaba contra el cielo

Que el tiempo no es verdadero ni falso
He sido un conocido de la noche

Robert Frost

martes, 9 de diciembre de 2008

Noche







Sobre la nieve se oye resbalar la noche

La canción caía de los árboles
Y tras la niebla daban voces

De una mirada encendí mi cigarro

Cada vez que abro los labios
Inundo de nubes el vacío

En el puerto
Los mástiles están llenos de nidos

Y el viento
gime entre las alas de los pájaros

LAS OLAS MECEN EL NAVÍO MUERTO

Yo en la orilla silbando
Miro la estrella que humea entre mis dedos

Vicente Huídobro

Imitando a un poeta de principios de siglo







He recorrido tan pocos caminos
y he cometido tantos errores.
Risible vida, risibles contradicciones,
así fue y así será siempre.

Me entristece mirarte. Otros labios
desgastaron el calor y el latido de tu cuerpo.
Qué importa. Qué importa que caigan sin sentido
tantas lloviznas muertas.

No las temo. No temo
el moho ni la podredumbre amarillenta.
No nací para una vida dulce y una sonrisa.

El patio de la casa está sembrado
de los cerezos color de osamenta.
Sí, elegí el invierno
y el marchitarse sin ruido
no debe entristecer a nadie.

Jorge Teillier

La Portadora








Y si te amo, es porque veo en ti a la Portadora,
La que, sin saberlo, trae la blanca estrella de la mañana,
el anuncio del viaje
A través de días y días trenzados como hebras de lluvia
cuya cabellera, como la tuya, me sigue.
Pues bien sé yo que el cuerpo no es sino una palabra más,
más allá del fatigado aliento nocturno que se mezcla, la rama de
canelo que los sueños agitan tras cada muerte, que nos une,
pues bien sé yo que tú y yo somos sino una palabra más
que terminará de pronunciarse
tras dispensarse una a otra
como los ciegos entre ellos se dispensan el vino, ese sol
que brilla para quienes nunca verán.

Y nuestros días son palabras pronunciadas por otros,
palabras que esconden palabras más grandes.
Por eso te digo tras las pálidas máscaras de estas palabras
y antes de callar para mostrar mi verdadero rostro:
“Toma mi mano, piensa que estamos entre la multitud aturdida
y satisfecha ante las puertas infernales,
y que ante esas puertas, por un momento, llenos de compasión,
aprisionamos amor en nuestras manos
y tal vez nos será dispensado
conservar el recuerdo de una sola palabra amada
y el recuerdo de ese gesto,
lo único nuestro”.

Jorge Teillier