martes, 7 de diciembre de 2010
Pequeña Confesión
Si, es cierto, gasté mis codos en todos los mesones.
Me amaron las doncellas y preferí a las putas.
Tal vez nunca debiera haber dejado
El país de techos de zinc y cercos de madera.
En medio del camino de la vida
Vago por las afueras del pueblo
Y ni siquiera aquí se oyen las carretas
Cuya música he amado desde niño.
Desperté con ganas de hacer un testamento
-ese deseo que le viene a todo el mundo-
pero preferí mirar una pistola
la única amiga que no nos abandona.
Todo lo que se diga de mí es verdadero
Y la verdad es que no me importa mucho.
Me importa soñar con caminos de barro
Y gastar mis codos en todos los mesones.
"Es mejor morir de vino que de tedio"
Sin pensar que pueda haber nuevas cosechas.
Da lo mismo que las amadas vayan de mano en mano
Cuando se gastan los codos en los mesones.
Tal vez nunca debí salir del pueblo
Donde cualquiera puede ser mi amigo.
Donde crecen mis iniciales grabadas
En el árbol de la tumba de mi hermana.
El aire de la mañana es siempre nuevo
Y lo saludo como un viejo conocido,
Pero aunque sea un boxeador golpeado
Voy a dar mis últimas peleas.
Y con el orgullo de siempre
Digo que las amadas pueden ir de mano en mano
Pues siempre fue mío el primer vino que ofrecieron
Y yo gasto mis codos en todos los mesones.
Como de costumbre volveré a la ciudad
Escuchando un perdido rechinar de carretas
Y soñaré techos de zinc y cercos de madera
Mientras gasto mis codos en todos los mesones.
Jorge Teillier
viernes, 24 de septiembre de 2010
Discurso del Bío Bío (extracto)
Nicanor Parra, a los 96 años se suma a la huelga Mapuche. |
CANCIÓN PROTESTA
Alguien anda diciendo x ahí
Que las canciones protesta pasaron de moda
Protesto!
Por lo muy menos hay una
Que no pasará nunca de moda
Para vergüenza del género humano
Música maestro!
Los pollitos dicen
Río Bío Bío
Por que tienen hambre
Porque sienten frío
La gallina busca
El maíz y el trigo
Les da la comida
Y les presta abrigo
Todos!
Bajo sus 2 alas
Acurrucaditos
Hasta el otro día
Duermen los pollitos
Nicanor Parra
miércoles, 22 de septiembre de 2010
La llave que nadie ha perdido
miércoles, 8 de septiembre de 2010
lunes, 23 de agosto de 2010
Lucha Libro te hace bueno!
Ilustración para el prestigiosos sitio dedicado a los libros "Lucha Libro", de mi amigo J.C. Ramírez.
viernes, 20 de agosto de 2010
Tú que de la nada sabes más que los muertos
"Tú que de la nada sabes más que los muertos"
Tú que temblabas sobre el papel en blanco
Acuérdate de mí que ya no llevo archivos.
Acuérdate de mí que ya no llevo archivos
Ni me conmueven estas líneas que escribo
Ni el vuelo de las golondrinas cada vez más oscuro
Y que no cambiaría por un oro invencible.
Tú que tiemblas sobre el papel en blanco
Acuérdate de mí que escribo cuando me da la gana
Y que no he renegado de una sola palabra
Y no espero oír el canto de los Tripulantes.
He encontrado la nada en unos brazos desnudos
He encontrado la nada en el llanto de un recién nacido
He encontrado la nada en flippers y museos
"Tú que de la nada sabes más que los muertos"
Jorge Teillier
miércoles, 4 de agosto de 2010
Una noche en el café Berlioz
Yo he visto su cara en otra parte le dije
cuando entró en el Café Berlioz
Soy de otra dimensión contestó sonriendo
y avanzó hacia el fondo del salón
Ella finge escribir en su mesa de mármol
pero me observa de reojo
Desde mi mesa veo su cuello desnudo
Como un aerolito cruzó mi mente
el rostro de Muriel mi amante muerta
Usted es zurda le dije acercándome
Hacemos la pareja perfecta
Tomé su lápiz y escribí «te amo»
con mi mano derecha en la servilleta
Rey del lugar común respondió sin mirarme
mientras le echaba azúcar al té
Me ha clavado una estaca en el corazón
Me ha lanzado una bala de plata
Me ha ahorcado con una trenza de ajo
Volví confundido a mi mesa
con la cola de diablo entre las piernas
En este punto las sombras de los clientes
pagaron y se fueron del Café Berlioz
Váyanse espíritus les dije furioso
agitando mi paraguas chamuscado
¿Hay alguna Muriel aquí?
gritó la mesera desde el umbral
Cuando ella caminó hacia la puerta
vi que tenía una rosa en la mano
Por favor tráiganme la cuenta
que ya está por salir el sol
La lluvia penetra por los agujeros de mi memoria
Muriel Muriel
¿por qué me has abandonado?
Oscar Hahn
miércoles, 28 de julio de 2010
Circulo
hoy te lame las finas botitas de paloma;
tienes el corazón poblado de cigarras,
y un parecido a muertas vihuelas desveladas,
gran melancólica.
Posiblemente quepa todo el mar en tus ojos
y quepa todo el sol en tu actitud de acuario;
como un perro amarillo te siguen los otoños,
y, ceñida de dioses fluviales y astronómicos,
eres la eternidad en la gota de espanto.
Tu ilusión se parece a una ciudad antigua,
a las caobas llenas de aroma entristecido,
a las piedras eternas y a las niñas heridas;
un pájaro de agosto se ahoga en tus pupilas,
y, como un traje obscuro, se te cae el delirio.
Seria como una espada, tienes la trial dulzura
de los viejos y tiernos sonetos del crepúsculo;
tu dignidad pueril arde como las frutas;
tus cantos se parecen a una gran jarra obscura
que se volcase arriba del ideal del mundo.
Tal como las semillas, te desgarraste en hijos,
y, lo mismo que un sueño que se multiplicara,
la carne dolorosa se te llenó de niños;
mujercita de invierno, nublada de suspiros,
la tristeza del sexo te muerde la palabra.
Todo el siglo te envuelve como una echarpe de oro;
y, desde la verdad lluviosa de mi enigma,
entonada la tonada de los últimos novios;
tu arrobamiento errante canta en los matrimonios,
cual una alondra de humo, con las alas ardidas.
Enterrada en los cubos sellados de la angustia,
como Dios en la negra botella de los cielos,
nieta de hombres, nacida en pueblos de locura,
a tu gran flor herida la acuestas en mi angustia,
debajo de mis sienes aradas de silencio.
Asocio tu figura a las hembras hebreas,
y te veo, mordida de aceites y ciudades,
escribir la amargura de las tierras morenas
en la táctica azul de la trial danza horrenda
con la cuchilla rosa del pie inabordable.
Niña de las historias melancólicas, niña,
niña de las novelas, niña de las tonadas,
tienes un gesto inmóvil de estampa de provincia
en el agua de asombro de la cara perdida
y en los serios cabellos goteados de dramas.
Estás sobre mi vida de piedra y hierro ardiente,
como la eternidad encima de los muertos,
recuerdo que viniste y has existido siempre,
mujer, mi mujer mía, conjunto de mujeres,
toda la especie humana se lamenta en tus huesos.
Llenas la tierra entera, como un viento rodante,
y tus cabellos huelen a tonada oceánica;
naranjo de los pueblos terrosos y joviales,
tienes la soledad llena de soledades,
y tu corazón tiene la forma de una lágrima.
Semejante a un rebaño de nubes, arrastrando
la cola inmensa y turbia de lo desconocido,
tu alma enorme rebasa tus hechos y tus cantos,
y es lo mismo que un viento terrible y milenario
encadenado a una matita de suspiros.
Te pareces a esas cántaras populares,
tan graciosas y tan modestas de costumbres;
tu democracia inmóvil huele a yuyos rurales,
muchacha del país, florida de velámenes,
y la greda morena, triste de aves azules.
Derivas de mineros y de conquistadores,
ancha y violenta gente llevó tu sangre extraña,
y tu abuelo, Domingo Sanderson, fue un HOMBRE;
yo los miro y los veo cruzando el horizonte
con tu actitud futura encima de la espalda.
Eres la permanencia de las cosas profundas
y la amada geográfica llenando el Occidente;
tus labios y tus pechos son un panal de angustia,
y tu vientre maduro es un racimo de uvas
colgado del parrón colosal de la muerte.
Ay, amiga, mi amiga, tan amiga mi amiga,
cariñosa, lo mismo que el pan del hombre pobre;
naciste tú llorando y sollozó la vida;
yo te comparo a una cadena de fatigas
hecha para amarrar estrellas en desorden.
martes, 20 de julio de 2010
En una estación del metro
a una muchacha en el Metro
y se enamoraron de golpe
y la siguieron enloquecidos
y la perdieron para siempre entre la multitud
Porque ellos serán condenados
a vagar sin rumbo por la estaciones
y a llorar con las canciones de amor
que los músicos ambulantes entonan en los túneles
Y quizás el amor no es más que eso:
una mujer o un hombre que desciende de un carro
en cualquier estación del Metro
y resplandece unos segundos
y se pierde en la noche sin nombre
lunes, 19 de julio de 2010
Epígrafe para un libro condenado
Carbón
Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.
Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.
Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.
Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.
Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
-Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.
Gonzalo Rojas
martes, 6 de julio de 2010
Letra de Tango
como una gran rosa oxidada.
La ciudad es más grande y desierta
después que junto a las empalizadas del Barrio Estación
los padres huyen con sus hijos vestidos de marineros.
Globos sin dueños van por los tejados
y las costureras dejan de pedalear en sus máquinas.
Junto al canal que mueve sus sucias escamas
corto una brizna para un caballo escuálido
que la olfatea y después la rechaza.
Camino con el cuello del abrigo alzado
esperando ver aparecer luces de algún perdido bar
mientras huellas de amores que nunca tuve
aparecen en mi corazón
como en la ciudad los rieles de los tranvías
que dejaron hace tanto tiempo de pasar.
viernes, 25 de junio de 2010
Nocturno
Nadie averigua acerca de mi corazón
ni de mi salud milagrosa y cordial,
porque es de noche, manantial de la noche,
viento de la noche, viento olvido,
porque es de noche entre silencio y uñas
y quedo desalmado como un reloj lento.
Húmeda oscuridad desgarradora,
oscuridad sin adivinaciones,
con solamente un grito que se quiebra a lo lejos,
y a lo lejos se cansa y me abandona.
Ella sabe qué palabras podrían decirse
cuando se extinguen todos los presagios
y el insomnio trae iras melancólicas
acerca del porvenir y otras angustias.
Pero no dice nada, no las suelta.
Entonces miro en lo oscuro llorando,
y me envuelvo otra vez en mi noche
como en una cortina pegajosa
que nadie nunca nadie nunca corre.
Por el aire invisible baja una luna dulce,
hasta el sueño por el aire invisible.
Estoy solo como con mi infancia de alertas,
con mis corrientes espejismos de Dios
y calles que me empujan inexplicablemente
hacia un remoto mar de miedos.
Estoy solo como una estatua destruida,
como un muelle sin olas, como una simple cosa
que no tuviera el hábito de la respiración
ni el deber del descanso ni otras muertes en cierne,
solo en la anegada cuenca del desamparo
junto a ausencias que nunca retroceden.
Naturalmente, ella
conoce qué palabras podrían decirse,
pero no dice nada,
pero no dice nada irremediable.
A mi bella enemiga
porque para serte franco
tu belleza no es del otro mundo
Pero tampoco es de éste.
jueves, 29 de abril de 2010
El Cuervo
Una triste medianoche, abatido, meditaba
sobre un libro muy curioso, de antigua ciencia olvidada.
Cuando el sueño me vencía, de pronto oí la cadencia
de unos golpes que alguien daba con mucho tiento en mi puerta.
Es –me dije- un visitante que llama desde el portal.
Sólo es eso y nada más.
Recuerdo muy claramente aquel diciembre funesto,
los rayos que proyectaban sus fantasmas en el suelo.
En mis libros yo buscaba, mientras llegaba la aurora,
algún consuelo al dolor por la muerte de Leonora,
de Leonora, a quien los ángeles Leonora pueden llamar.
Los ángeles, nadie más.
El rumor sedoso, incierto, de las púrpuras cortinas
me llenaba de ignoradas y terribles fantasías.
Para frenar mis latidos, repetía estas palabras:
“es tan sólo un visitante, que quiere entrar en mi estancia,
un visitante tardío que a mi estancia quiere entrar.
Eso es todo, y nada más.”
De pronto me sobrepuse y sin más vacilación
Dije: “Señor o señora, imploro vuestro perdón;
pero el hecho es que dormía, y tan suave habéis llamado,
llamado con tal lisura a la puerta de mi cuarto,
que de oíros yo dudé”. Y entonces abrí el portal.
Y sólo vi oscuridad.
Mirando en la oscuridad, permanecí con temor,
soñando sueños que nadie nunca a soñar se atrevió;
mas no se rompió el silencio, ni la quietud de las sombras,
tan sólo se oyó un susurro con el nombre de Leonora.
Era el eco al devolverme lo que quise murmurar.
Sólo el eco, nada más.
Volví a mi cuarto otra vez, el alma toda me ardía,
Y oí de nuevo los golpes más sonoros todavía.
“Seguramente –me dije- , hay algo tras mi ventana;
voy a abrirla, a desvelar el misterio que ella entraña,
que se aquieten mis latidos, que lo voy a desvelar.
Es el viento y nada más”.
Abrí la ventana entonces y con coqueto arrebato
entró muy solemne un cuervo de las épocas de antaño.
Sin perder un solo instante, sin la menor reverencia,
con altivez se elevó hasta el dintel de mi puerta
y se posó sobre un busto de Palas en mi zaguán.
Y allí quedó, nada más.
Y entonces el ave de ébano a sonreír me llevó
por lo grave de su aspecto y su severa expresión.
“Eres osado –le dije- aunque tu cresta no asome,
cuervo espectral, desterrado de la plutónica noche,
Dime, pues, cuál es tu nombre, cuál tu nombre señorial”.
Dijo el cuervo: “Nunca más”
Me sorprendió que aquel pájaro tan desgarbado y ridículo
me oyese y me respondiera, aunque fuese sin sentido,
pues podemos convenir que jamás un ser humano
fue bendecido con ver, a la entrada de su cuarto,
pájaro o bestia en un busto encima de su portal
con tal nombre: “Nunca más”.
Mas el cuervo allí sentado sólo dijo esas palabras
como si su alma fluyera por completo al pronunciarlas.
Después no movió una pluma, ni dijo nada aquel pájaro,
hasta que al fin murmuré: “lo mismo que antes volaron
mis amigos y esperanzas, mañana se marchará”.
Dijo entonces: “nunca más”.
Estremecido al oír respuesta tan oportuna,
me dije: está repitiendo lo que aprendió vez alguna,
lo que tomó de algún amo al que siguió el infortunio
tan de cerca que sus cantos a un estribillo redujo,
sus cantos a la esperanza en tan sólo aquel refrán:
“nunca, nunca, nunca más”.
Como el cuervo aún trocaba en sonrisa mi tristeza,
puse un mullido sillón delante de él y la puerta,
y, hundido en el terciopelo, me puse yo a concebir,
ilusión tras ilusión, lo que quería decir
ese pájaro severo, desgarbado y ancestral
al repetir: “nunca más”.
Así, sentado, pensando, sin decir una palabra,
sintiendo cómo sus ojos mi corazón abrasaban;
esto y más conjeturé, con la cabeza apoyada
sobre el terciopelo púrpura que iluminaba una lámpara,
sobre el suave terciopelo donde no se sentará
ella nunca, nunca más.
Se volvió el aire más denso cual si hubiese un incensario
que algún serafín meciese con tintineo en sus pasos.
¡Desgraciado! -me grité- ¡Dios con sus ángeles obra
para que des una tregua al recuerdo de Leonora!
¡Bébete, aspira esta pócima para poderla olvidar!
Dijo el cuervo: ¡Nunca más!
¡Profeta! –grité- ¡Profeta, más que demonio o que pájaro!
Te haya enviado el Tentador o la tormenta empujado
hacia esta casa encantada, por el horror poseída,
ave osada, solitaria, yo te imploro que me digas
si existe en Galaad un bálsamo con el que pueda olvidar!
Dijo el cuervo: ¡Nunca más!
¡Profeta! –grité- ¡Profeta, más que demonio o que pájaro!
Por el cielo que nos cubre, por el Dios que veneramos,
dile a mi alma torturada si en el Edén que le espera
podrá abrazar a Leonora, a la radiante doncella,
a la que sólo los ángeles Leonora pueden llamar.
Dijo el cuervo: “Nunca más”
¡Que tus palabras –grité- nuestra ruptura provoquen!
¡Regresa a la tempestad y a la plutónica noche!
¡No dejes pluma en memoria de tus mentiras horrendas!
¡Déjame en mi soledad! ¡Deja el busto de mi puerta!
¡Saca el pico de mi pecho, tu figura del portal!
Dijo el cuervo: “Nunca más”.
Y el cuervo sigue posado, posado sigue a la espera
sobre ese busto de Palas que hay encima de mi puerta;
y su mirada parece la de un demonio que sueña,
y la luz de aquella lámpara su larga sombra proyecta;
y mi alma ya de esa sombra, de esa sombra fantasmal,
no se alzará nunca más.
Edgar Allan Poe
martes, 6 de abril de 2010
Botella al mar
Y tú quieres oír, tú quieres entender. Y yo
te digo: olvida lo que oyes, lees o escribes.
Lo que escribo no es para ti, ni para mí, ni
para los iniciados. Es para la niña que nadie
saca a bailar, es para los hermanos que
afrontan la borrachera y a quienes desdeñan
los que se creen santos, profetas o poderosos.
Oda al caldillo de congrio
En el mar Pablo Neruda | |